
Si has tenido dificultades con la alimentación de tu hijo, te rechaza los alimentos, pero picotea todo el tiempo y es selectivo en lo que recibe, es importante que conozcas cómo funciona el apetito en los humanos y especialmente en los niños.
El apetito en los niños es un proceso complejo que involucra tanto factores fisiológicos como emocionales y sociales. A medida que los niños crecen, sus necesidades nutricionales cambian, y el apetito juega un papel fundamental en asegurar que reciban los nutrientes necesarios para un desarrollo saludable.
Desde el punto de vista fisiológico, el apetito está regulado principalmente por el sistema nervioso, el sistema hormonal y la microbiota.
El hambre, que es la necesidad fisiológica de comer, es impulsada por señales del cerebro que responden a la disponibilidad de energía en el cuerpo. En los niños, estas señales son influenciadas por varias hormonas, como la Grelina, que aumenta el apetito, y la Leptina, que indica saciedad. A medida que los niños experimentan variaciones en sus niveles de glucosa en sangre, el apetito se activa o disminuye en consecuencia, asegurando que el cuerpo reciba los nutrientes necesarios para funcionar de manera óptima.
De esta manera cuando el estómago de los niños está vacío, estimula el nervio vago, el cual envía señales eléctricas hasta el cerebro liberando dopamina; a su vez el estómago vacío y el intestino secretan la hormona Ghrelina, que viaja por el torrente sanguíneo hasta el cerebro, estimula unas neuronas llamadas AgRP y produce estímulos de hambre.
Cuando los niños consumen alimentos entre comidas, o liquido diferente al agua como refrescos, jugos, gaseosas, leches achocolatadas, yogures endulzados, bebidas edulcorantes, y alimentos ultra procesados, estos conducen a distención del estómago e intestino y altos niveles de azúcar en la sangre, los cuales inhiben la liberación de la hormona Grelina, la hormona del apetito.
A su vez, el exceso de azúcar en el organismo puede inhibir la liberación fisiológica de la hormona del crecimiento en los niños, por lo cual el consumo de azucares refinados en los niños y alimentos con azúcar añadido y edulcorantes puede alterar el adecuado control hormonal, crecimiento y desarrollo de los niños y adolescentes.
Además de los factores fisiológicos, el apetito en los niños también está relacionado con su entorno social y emocional. Los hábitos alimenticios de los niños pueden ser influenciados por las prácticas familiares, la disponibilidad de alimentos en casa, y las interacciones sociales. Por ejemplo, los niños tienden a responder positivamente a las comidas que están relacionadas con situaciones sociales o familiares, como las cenas en familia o las celebraciones. El ambiente escolar también puede afectar la alimentación, ya que la disponibilidad de alimentos en la escuela y las influencias de amigos pueden modificar los patrones de ingesta.
El apetito en los niños también está influenciado por su desarrollo cognitivo y emocional. Los niños pequeños, por ejemplo, a menudo pueden ser selectivos con los alimentos debido a su preferencia por ciertos sabores o texturas, como alimentos dulces y salados comparado con amargos y ácidos, más probablemente como parte de un mecanismo adaptativo a el consumo de alimentos seguros, mientras que a medida que crecen, comienzan a tomar decisiones más conscientes sobre lo que quieren comer. Además, las emociones juegan un papel importante en el apetito: el estrés, la ansiedad o la felicidad pueden llevar a comer más o menos, un fenómeno conocido como "comer emocional".
Se conoce que la microbiota intestinal (conjunto de microorganismos: bacterias, virus, hongos, que habitan en el tracto digestivo), pueden tener efectos positivos sobre la digestión y absorción de nutrientes, pero también controlar el apetito favoreciendo la liberación de grelina, leptina y evitando el sobrepeso, la obesidad y la resistencia a la insulina. Por lo cual es fundamental ofrecer a los niños una dieta rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados para promover una microbiota diversa y saludable. Por el contrario, una dieta alta en azúcares refinados y grasas puede contribuir a un desequilibrio en la microbiota (disbiosis).
En resumen, el apetito de los niños es una respuesta compleja que involucra una interacción de factores biológicos, emocionales y sociales. Es esencial que los padres y cuidadores fomenten hábitos alimenticios saludables, prestando atención tanto a las necesidades nutricionales como al bienestar emocional de los niños. De esta manera, se puede garantizar que los niños desarrollen una relación equilibrada con la comida, promoviendo su salud física y emocional a lo largo de su crecimiento.

Grafica de elaboración propia basada en The Physiology of Hunger, N. Engl J Med January 2025.
Referencias Bibliográficas
Alessio Fasano, The Physiology of Hunger, N. Engl J Med January 2025, 392:372-81. DOI: 10.1056/NEJMra2402679
Stevenson RJ, Boutelle K. Hunger, satiety, and their vulnerabilities. Nutrients 2024;16:3013.

Johana Botero Hernandez
Endocrinología Pediatra
Universidad de Antioquia
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